Cuando el viento cesa, un desagradable olor asalta mis fosas nasales. Es el olor de algo ardiendo…
El olor de la cocina o de una hoguera debería ser bueno, agradable, pero este olor en el aire sólo me pone enferma. Es el olor que consigues cuando cosas que deberías quemar y otras que no arden juntas, y es un ataque a la base misma de mi nariz. Y también está el olor del polvo y el sudor incluido en el lote.
Intento ver qué es lo que arde, pero no veo ningún fuego a mi alrededor. Creo que el olor lo ha traído aquí el viento desde lejos, pero justo mientras lo estoy pensado me doy cuenta. Qué idiota soy. El olor viene de mí. El olor del humo se ha pegado a mi pelo y a mi ropa. Se me debe haber quedado cuando pasé la barricada de la esquina de la calle hace un momento. La milicia atrincherada en la barricada había estado quemando tiras de neumáticos y basura variada en cubas de acero. Una cambiante pantalla de humo.
Hace unos pocos meses, éste era un apacible y remoto pueblo. Ahora es un campo de batalla con todas las de la ley. Disparos, explosiones, aullidos de ira y gritos resuenan a través de estas viejas calles de ladrillo. Y no son exclusivos de este pueblo. Todas las provincias vecinas también se han convertido en un campo de batalla para la violencia.
Este país está actualmente dividido por una guerra civil. Empezó con una relativamente pacífica manifestación, pero hubo un violento levantamiento, se derramó sangre, y eso encolerizó al pueblo, convirtiéndolo en una masa agitadora. El gobierno trató de subyugar al pueblo por la fuerza, pero parte del ejército se puso de parte de los ciudadanos, y en contra del gobierno. Eventualmente se alzaron las banderas de la revolución, hubo un golpe de estado, y las riendas del poder cambiaron de mano; y ahora mismo, la nueva autoridad la está pagando con sus predecesores. Rencillas étnicas de hace largo tiempo, viejas hachas de guerra que deberían haberse enterrado fueron desenterradas, las chispas del conflicto volaban por todos lados, la gente moría en accidentales asaltos cuando se desató la guerra absoluta, las fuerzas armadas de otros países fueron desplegadas como quien no quiere la cosa y añadieron leña al fuego. Fue un efecto dominó que parecía haber sido ideado por el diablo en persona, y las cosas empeoraron progresivamente hasta que, con todo el mundo atrapado en estas arenas movedizas, desencadenó una guerra civil que no lleva a ninguna parte. Hay tantas fuerzas en juego aquí que cuesta diferenciar amigo de enemigo. Nadie sabe por dónde va a venir la siguiente bala.
De esta clase de campo de batalla estoy informando ahora. Y elegí venir aquí por voluntad propia.
Estoy mirando fija y directamente al rostro de la realidad, de la verdad tras este mundo.
Ha pasado medio año desde el fin de mi viaje.
No pude encontrarme con Lightning al final, pero descubrí toda la historia sobre el otro mundo gracias a Hope Estheim; él me contó todo en su segunda entrevista.
La historia del retorno de Lightning, sus trece días antes del fin del mundo, la liberación de las almas, la batalla contra el Altísimo y nuestro renacer en un nuevo mundo. Lightning y sus amigos lucharon por nosotros cuando ese otro mundo acabó, y gracias a ellos renacimos en éste.
Éste debería haber sido un nuevo mundo lleno de esperanza.
¿Pero qué es lo que realmente está pasando en este mundo?
Yo ya no lo sé. He visto demasiadas cosas terribles en los campos de batalla.
Lightning y sus amigos derrotaron a Bhunivelze, el Dios de la Luz. Acabaron con la era del reinado del Altísimo sobre la humanidad y nos regalaron un nuevo mundo donde podemos ser libres. Hicieron todo eso por nosotros, pero miradnos ahora. En un mundo sin el Altísimo, los humanos han terminado por matarse unos a otros. ¿Por qué luchan? ¿Qué consiguen con eso? ¿O es este deprimente mundo lo que realmente merecemos? Los humanos son estúpidos y se guían por la avaricia, y este mundo, este lío de odio y guerra… ¿es éste el mundo hecho a medida para la humanidad?
Oigo apresurados, entrecortados pasos que vienen hacia mí. El lastimero sonido de zapatos grandes es inevitable: las botas militares no son muy recomendables para quienes las lleve. Lo oigo quejarse entre dientes, de vez en cuando, sobre lo escasos que son los suministros, de lo casi imposible que es conseguir zapatos que vengan bien.
El joven que viene corriendo hacia mí con un rifle al hombro es miembro de la milicia, y está aquí para asegurar mi seguridad mientras hago mi trabajo como reportera. Me dijo que no ha recibido entrenamiento militar, que hasta hace poco sólo era un estudiante. Ni siquiera los estudiantes se libran, tienen que tomar las armas y luchar. Ésta es la realidad de la guerra civil.
-¡Mal asunto! ¡Aquí corremos peligro!
Los rasgos del joven se contorsionan por la ansiedad. Entiendo lo que quiere decir apenas un instante después. Un misil impacta en el edificio justo a nuestro lado.
El ensordecedor estruendo es seguido por una violenta erupción de humo, y pequeños escombros llueven sobre nosotros. El joven está acostumbrado, y corre ágilmente a refugiarse, pero todo lo que yo puedo hacer es quedarme quieta estúpidamente. Hemos tenido suerte. Si el misil hubiera caído un poco más cerca nos habría reventado la onda expansiva, o quizá nos hubieran aplastado escombros mucho más grandes.
Mi suerte se agota al momento siguiente.
El impacto de la explosión me golpea por todas partes. El segundo misil explota cerca, y mi consciencia se esfuma.
. . .
Vuelvo en mí, y me detengo.
No sé cómo, pero he estado de pie, caminando. Y no estoy sola. Soy parte de un grupo de unas docenas de persona, todos avanzando penosamente en la misma dirección, hacia algún lugar.
Sé que me golpeó un misil y que me desvanecí después de eso, pero no puedo recordar por qué estoy caminando con estas personas. ¿Acaso desperté y salí huyendo en medio del delirio y de alguna forma me uní a esta procesión? Quizá, en mi desesperación, perdí la memoria, no lo sé. Debe de ser el shock por el impacto, pero me siento ligera y mareada. El zumbido en mis oídos es tan fuerte que tendré suerte si es que escucho algo.
Me quedo quieta, y el grupo sigue adelante, dejándome atrás. Algunos parecen soldados, pero la mayoría son civiles. Deben de ser una banda de refugiados. Trato de buscar al joven que me guiaba, pero no lo veo.
Todos parecen exhaustos. Caminan inestables, con los hombros hundidos.
-¿Estáis bien? ¿Adónde vais?
Intento hablar con ellos, pero nadie responde. Ninguno reacciona, ni siquiera suspiran. O quizá alguien ha dicho algo, sólo que no puedo oírles con el zumbido de mis oídos.
Me rindo y decido seguirles. Estamos rodeados por una pálida oscuridad, y parece como si la noche se cerniera sobre nosotros. Sé que perdí el conocimiento poco después del mediodía, así que he debido de pasar horas inconsciente. Y no es solamente el paso del tiempo lo que se me ha escapado; de alguna forma u otra, he cubierto alguna distancia. Había estado en el pueblo en medio de mi investigación reportera, pero aquí no hay un solo edificio a la vista, no aquí en medio de la llanura desolada. Miro arriba y sólo veo un cielo oscuro y nuboso. No creo que el sol se haya puesto, no todavía, pero no lo veo por ninguna parte. Profundas y oscuras sombras se arremolinan en el suelo, y no veo por qué.
Algo extraño pasa aquí.
Eventualmente el camino se convierte en una larga y ardua cuesta arriba. A mí me deja agotada, pero nadie más se detiene para recuperar el aliento. El sonido de mi entrecortada respiración se mezcla con los pasos de estos silenciosos caminantes.
Llego a lo alto de la cuesta y me hallo en la cima de una pequeña colina.
Se me escapa un grito ahogado.
Un oscuro océano se encuentra frente a mí. O quizá sea un lago, o un río gigantesco. Más allá de las sombrías aguas que fluyen como la misma oscuridad, las sombras penden cual velo, y no puedo ver ningún horizonte ni la orilla opuesta. Pero una cosa es segura. Lago o río, no debería estar aquí. Mi trabajo como reportera me ha traído a una región interior. No hay grandes lagos, ni ríos, ni nada.
¿Qué océano es éste?
Estoy completamente perdida, pero nadie me presta atención: la procesión me adelanta y sigue colina abajo hacia la orilla. Los que guían el paso ya han alcanzado el borde, y se adentran en las oscuras aguas. ¿Qué intentan hacer?
Entonces es cuando vislumbro un hombre en particular, de pie en la orilla, observando nuestro avance. Es musculoso y parece una fortaleza en sí, y exuda un aura de severidad. Su cabello violeta se mece suavemente en el aire, un viento que carece del aroma salado del mar.
Me quedo quieta, paralizada en el sitio, y lo miro fijamente. Mi presencia no le pasa desapercibida a él tampoco, y nuestros ojos se encuentran. Nunca creí que algún día lo conocería, pero…
-Ya deberías saber quién soy.
Su voz me llega como si fuera el retumbar de la tierra bajo mis pies, de algún lugar muy profundo.
-Los conociste y descubriste la verdad sobre el otro mundo.
Sus palabras activan mi memoria, y creo que sé de lo que habla. Debe de referirse a Hope Estheim y sus amigos.
-¿Cómo sabes que los conocí…?
-Tu corazón es demasiado transparente para mí. Deben de habértelo contado. Soy ese despreciable enemigo que manipuló el Caos e invocó la destrucción. Mi nombre ya está grabado a fuego en tu memoria.
Se gira hacia mí, su mano derecha extendida, y aferra el aire en un puño. Debe de ser alguna clase de hechicería: siento tensión en mi pecho, como si mi corazón estuviera atrapado en una mano invisible. Mi corazón comienza a latir desesperado y tengo que hacer esfuerzos para respirar. Y un único nombre se abre paso en mi consciencia, involuntariamente arrastrado desde las profundidades de mi mente.
-¡Caius Ballad! …
El hombre que deseó el fin del mundo, el hombre que causó la distorsión de la diacronía, el hombre que desató la destructiva fuerza conocida como el Caos. Al final de la lucha que duró 13 días, ese otro mundo fue destruido, y las almas de la humanidad renacieron en este mundo, con Lightning y los demás mostrándoles el camino.
Pero Caius rechazó el renacer. Permaneció en el plano entre la vida y la muerte, y se convirtió en el guía de las almas de los difuntos.
… Las almas de los difuntos.
Comprendo lo que pasa y me golpea como si me cayera encima una pared de ladrillos, y me giro hacia la procesión de gente de la que había formado parte. Se dirigen al mar, y no muestran signo de detenerse aunque el agua les llegue a los tobillos, donde las olas rompen una y otra vez en la orilla. Marchan sin parar a las profundidades, sin dudar, y uno a uno desaparecen bajo las olas, hundiéndose en el oscuro más allá. Una ágil y silenciosa procesión. Sin pronunciar palabra, son tragados por las aguas sin dejar rastro, ni una sola burbuja. ¿Cómo no me he dado cuenta? Ni uno de ellos tuvo que recobrar el aliento, ni uno suspiró una vez, en el largo camino hasta aquí.
Esta gente ya ha exhalado su último aliento, así que ¿qué pinto yo aquí? ¿No soy acaso parte también de la procesión?
No quiero admitirlo, pero me doy cuenta igualmente. La impresión es demasiado fuerte para soportarla, y me tiemblan las rodillas. Incapaz de mantenerme de pie, caigo de bruces.
Estoy muerta. El misil me dio.
La incertidumbre y la confusión se abren paso en la superficie de mi mente como olas, dejándola en absoluto blanco. Estoy muerta, estoy muerta, estoy muerta…
Antes de que me dé cuenta, todos se han ido. Los difuntos han sido engullidos todos por el mar de oscuridad, y soy la única que queda, de rodillas frente al Dios de la Muerte.
-Los muertos ya han desaparecido en la oscuridad. Casi ha llegado la hora de que te vayas.
Me siento aplastada por el peso de las solemnes palabras de Caius. Ve y húndete en el mar negro, ¿es lo que me está diciendo? ¿Qué será de mí después de eso? ¿Vagaré las profundidades de las sombrías aguas, como una de los difuntos? ¿Será mi fin?
Odio esto. Yo no quería que mi vida acabase así.
-… Espera.
No me queda nada salvo la muerte. Si esto significa punto y final, hay cosas que quiero saber antes de que mi vida se desvanezca.
-¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué renací en este mundo? ¿Cuál era el propósito?
Caius no responde; de hecho, ni siquiera reacciona. Vale, pues no me importa. Sigo desahogándome.
-El Redentor derrotó al Altísimo en los últimos trece días, y conseguimos un nuevo mundo. Todos los que vivíamos en ese otro mundo, nuestras almas fueron guiadas a éste. Debería haber sido un nuevo mundo lleno de esperanza.
-¿Estás diciendo que no lo es?
-He visto el verdadero rostro de este mundo en los campos de batalla. Nos odiamos los unos a los otros, nos matamos los unos a los otros.
-Tan sólo has descrito a un ser humano. El conflicto se halla en el mismo núcleo de la humanidad. Una vez los dioses que llevaban las riendas de los humanos desaparecieron, era natural que éstos lucharan entre ellos por el control.
-Si lo que dices es cierto, un mundo bajo el control del Altísimo sería más pacífico. ¿Acaso fue un error, derrotarle?
No. No, no. ¿Qué estoy diciendo? He conocido a Hope y a los demás, sé que ellos salvaron a la humanidad, eso lo sé. Debería estarles agradecida, por traer nuestras almas a este mundo. Entonces, ¿por qué…?
-¿Dices que renuncias a todo lo que han hecho? ¿Que no deberían haber acabado con Bhunivelze, el Dios de la Luz?
-No, no me refería a eso. Es sólo que… es sólo que no lo entiendo. Sus intenciones eran nobles y buenas. Pero este mundo es feo y triste. No puedo comprenderlo.
-Eres tan humana como lo son ellos.
Hay un matiz de desdén en su voz, una nota de burla.
-Así que no te gusta el mundo que te dieron, y le diste la espalda. Si tanto te ofende vivir en este mundo, te sugiero arrojarte al mar de la muerte.
Me siento en el suelo, quieta, mientras él señala el mar negro, donde los difuntos son engullidos por completo.
-Las almas de los humanos que se disuelven en el Caos algún día renacerán, y se les concederá una nueva oportunidad en vida. Si lo deseas, no obstante, también se te permite el descanso eterno. ¿Eliges dormir en el vientre de la oscuridad para nunca despertar? Tus ojos, cerrados por siempre, no habrán de contemplar este deleznable mundo nunca más.
-¿Me estás diciendo que si elijo dormir, tú, el Dios de la Muerte, me concederás el deseo…?
-No, tú concedes tus propios deseos. Si es el sueño lo que deseas, dormirás hasta el fin de los tiempos, eso es todo. Sabes la verdad, pero no ves la verdadera esencia de las cosas. El Altísimo no existe en este mundo. Éste no es un mundo en el que los humanos son marionetas manipuladas por él. Los humanos, y sólo ellos, eligen la condición de su mundo. El mundo se construye únicamente en base a la voluntad de la humanidad.
-La voluntad de la humanidad…
-Sí. El mundo que has rechazado no es en absoluto el resultado de los planes de un dios retorcido, sino de la voluntad humana. Y tú misma eres una de esos humanos que crearon este mundo.
Las palabras del Dios de la Muerte resuenan en mis oídos como un trueno, y me siento como si me hubieran pegado un puñetazo en la boca del estómago. Los recuerdos surgen de las cenizas en mi mente, recuerdos de las sonrisas de quienes lucharon en ese otro mundo hasta el final.
¿Por qué lo olvidé? ¿Cómo no me di cuenta? Los he conocido. Debería haberlo entendido.
He tomado la decisión.
Me levanto y doy un paso adelante.
Allá voy. Hora de internarme en el mar oscuro.
-Veo que has decidido abandonar este feo mundo para siempre.
-Te equivocas.
Miro al mar durante un largo momento.
-Voy a entrar ahí para poder regresar. Puedo decidir adónde voy, es lo que has dicho. Puede que esté muerta ahora, pero si decido vivir otra vez, puedo renacer como una persona diferente.
-Y una vez más, el estado del mundo te hará caer en la desesperación.
-Si el mundo es feo, yo lo cambiaré.
Eso es lo que ellos me enseñaron.
Individualmente, quizá seamos insignificantes, pero juntos tenemos el poder de cambiar el mundo.
Lo que yo tenga puede que sea pequeño y frágil, pero estoy lejos de estar desvalida. Puedo cambiar el mundo, poco a poco, a mi manera. Creía en ello, y por eso me fui a los campos de batalla. Quería enseñarle al mundo entero la verdad, atraer la atención sobre la despiadada realidad en la que vivimos. Quería hacer crecer la cantidad de voces que clamaran por el fin de la guerra. Quería ayudar a guiar el mundo a un futuro mejor.
Pero fui derrotada por las cosas crueles y terribles que vi, aplastada bajo el peso de la realidad y traída de rodillas, y di por perdido el futuro, perdí la fe en el mundo.
-Gracias. Me alegro de haber podido hablar contigo al final. Gracias a ti, veo dónde me equivoqué.
Recobro la compostura.
Ya no tengo nada que temer. No tengo dudas tampoco. Cuando vuelva a nacer, no perderé la fe. Mantendré la vista en el futuro, avanzaré hacia él paso a paso, sin abandonar la esperanza de cambiar el mundo. Me prometo a mí misma esto mientras alcanzo la orilla y comienzo a adentrarme en las oscuras aguas.
-¿Realmente deseas la muerte?
Un débil susurro murmura en mi oído. No una sola voz, sino muchas.
-Tu vida aún no se ha apagado.
Es la fantasmal voz de una chica joven. Estoy rodeada por capas y capas de esta voz, flotando hacia mí tanto cerca como lejos.
-Puedes ir allá donde quieras.
-Es tu voluntad lo que te muestra el camino.
Conozco estas voces, a estas jóvenes.
Y esto es lo que Caius Ballad, Valedor de estas jóvenes, me dijo:
-Vive o muere. Es tu decisión.
-Espera, yo ya estoy muerta, ¿no? …
-Los muertos desaparecen en silencio. No hay difunto tan charlatán como tú.
-En tal caso, aún estoy…
-¿Qué camino elegirás? La decisión es tuya.
Deseé vivir.
El Dios de la Muerte sonrió, y era una amable sonrisa.
Las voces de las muchas Yuuls susurraron en mi oído:
-Dime a mí misma… que sea feliz junto a Noel.
Siento mi corazón latir de nuevo. Mi cuerpo es ligero, y el suelo se aleja de mis pies. El cielo oscuro me absorbe, y me siento a mí misma ascendiendo en la oscuridad.
Alguien me guía. No veo quién es, pero siento la presencia de una blancura suave y peludita. Lo que quiera que sea, lleva una luz de color rosado, como una linterna que me muestra el camino, una luz de neón en la oscuridad.
Vuelo, y es como si estuviera siendo guiada por la mano de esta cálida presencia. Eventualmente, una pequeña mota de luz aparece frente a mí. Como el amanecer del verano, la luz y el calor comienzan a crecer y a intensificarse, incluso mientras lo contemplo… Oh. Ha de ser la luz del día.
Hay tanta luz que no puedo mantener los ojos abiertos. Esta presencia blanca que me ha traído empieza a alejarse. Estoy asustada y me siento sola, pero una voz infantil me habla tranquilizadora:
-No pasa nada. Ya puedes irte a casa, kupó.
Abro los ojos.